Un pueblo en el olvido II


ANTIGUAS CURIOSIDADES TORENIENSES:

En este apartado, voy a nombrar ciertas tradiciones que perviven en Toreno hasta el siglo XVIII, o incluso el XIX, pero que hoy ya no se practican y nos resultan muy curiosas incluso a los habitantes de la zona.
Los disciplinantes: aunque hoy está completamente olvidado, en la segunda mitad del siglo XVII y en el siglo XVIII, existían disciplinantes, por lo menos los miembros de la Cofradía del Cristo de la Vera Cruz, a los que se les lavaba la espalda llena de llagas y, se supone que, también los pies. Pero este lavado no se hacía con agua, sino con vino.

La comitiva procesional partía de la parroquia, en la noche del Jueves Santo, con un pendón negro, la imagen de Jesús Nazareno y las insignias correspondientes. Había de hacerse en silencio, con amenaza de multa sino era así, por las calles que previamente había despredado la cofradía.

Después de la procesión, había una recompensa: se les ofrecía un ágape, aunque no demasiado suculento, ya que se les daba un cuartillo de vino y pan que no debía ser mayor de dos libras.

Se cuenta que años más tarde, hacia 1760, un panadero que venía todas las semanas de Astorga a abastecer a la villa, viendo un negocio redondo, se comprometió a servir todo el pan necesario para los penitentes. Pero los cofrades torenienses decidieron que no querían más pan que el que se amasaba en Toreno.

Por cierto, las ordenanzas prohibían abandonar la hermandad sin causa justificada, bajo pena de doce reales, pero en un momento de los años setenta del siglo XVIII hubo una desbandada general. La razón más probable es que se suprimió la colación del pan y el vino, ya que fue prohibido por el obispo.

En Toreno, en épocas pasadas, también podemos hablar de la superchería e incluso hoy, preguntándoles a los ancianos te podrán dar una vieja receta o un críptico conjuro heredados de su madre. Estas recetas o conjuros eran aplicados con fe, esperando el milagro, bastando una cruz sobre la parte enferma, una repetida oración, un rito exorcista y extravagante o un sapo, cataplasma de moras, salvado, una llave candente o una lagartija oculta en un alfiletero. Así se intentaban curar golpes, empachos, diarreas, cólicos, fiebres, rabias e incluso males de ojo.

Cualquier cosa podía suceder, el enfermo podía curar, empeorar o morir. Todo esto era hecho para suplir una ciencia que allá por el siglo XVI, cuando más se usaban estos remedios, no tenía muchas soluciones para algunas enfermedades.

Podríamos destacar también como antigua tradición el filandón, que era una reunión nocturna de mujeres para hilar, con cuyo pretexto solían recibir en ella a los jóvenes para divertirse. Esto ocurría sobre todo en el siglo XVIII y a los obispos y visitadores les traía de cabeza, así hacia 1735, el obispo se presentó en Toreno para acabar de una vez con esas reuniones, tan mal vistos en la época.

Sin embargo, no lo consiguió y el sacerdote del pueblo sería el encargado de vigilar la conducta de los filandones y controlar el cumplimiento de los preceptos religiosos. Todo con sus correspondientes multas, que se aplicaban al que no acudía a misa, hacia filandones en su casa, hablaba con soberbia, trabajaba en domingo o entraba en partes prohibidas. Además, el visitador general del obispo de Astorga, hacia 1750, mandó poner cerraduras en los molinos porque, con el pretexto de guardar el grano, se reunían allí parejas. También vio casos de inmoralidad en las tabernas donde las mujeres iban con la excusa de buscar a sus maridos o padres para poder beber a sus anchas, el visitador lo solucionó con la prohibición de beber en las tabernas, incluidos los hombres. Todo ello, bajo pena de excomunión y multas.

Diez años después, otro visitador tendrá que poner multas porque los jóvenes iban a pescar desnudos, algo muy comentado en el pueblo.

También en el siglo XVIII, se prohíbe a los prometidos verse a solas por el peligro de embarazos no deseados, aunque, evidentemente, la prohibición no llegó a buen puerto.

Pero los filandones seguían sin erradicarse, ahora solapados en farromacos, que era una persona disfrazada con ropas extravagantes que, a veces, llevaba careta o se pintaba la cara para salir en días de carnaval o algazaras por calles y filandones. Y se quieren prohibir ambas cosas: filandones y farromacos, pero también se regulan bailes y la retirada de los jóvenes a una hora “decente”. Incluso habrá normas para el cura del pueblo, prohibiéndosele entrar en las tabernas e ir acompañado de mujeres.

Todo esto ha de ser entendido dentro de la estricta moral cristiana de la época, sobre todo en los pequeños pueblos. En la actualidad, en Toreno ya no se conserva nada de estas prohibiciones y tradiciones ya que se ha ido adaptando a los tiempos y solamente algunas personas se acuerdan de ello, ya que eran historias que les contaban sus abuelos.

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