Ellos a sus cosas

Últimamente, muchas de mis indignaciones proceden de mi animadversión hacia los incompetentes que, asentados en la clase política comarcal, no conocen los límites entre demagogia y presencia política y, aunque los ‘bierzólogos’ sostengan que la previsible aprobación del estatuto comarcal va a pasar al primer plano de la actividad política y mediática local, un servidor lo que cree es que algunos han empezado a pensar en el próximo periodo electoral y sólo disponen de un año para hacer algo que les ayude a salvar la cara o su ‘culo di ferro’ ante las próximas elecciones. También es posible que, para alguna de las lumbreras políticas que forman parte del foro para la reforma de la Ley de la Comarca del Bierzo, sea la última oportunidad de sacar la cabeza antes de convertir a su formación política en un remedo de sus antiguos socios del Partido Humanista; pero estaría por asegurar que para muchos ciudadanos, entre los que se encuentran los trece mil parados que en la comarca sobreviven, suena a insulto a la inteligencia, y más sabiendo cómo se reparte el empleo público en instituciones como el Consejo Comarcal, Diputación o ayuntamientos.

Lo que en principio sólo era la expresión de las distintas visiones políticas o culturales de este país –la descentralización o Estado de las Autonomías– se ha terminado transformado en un negocio en manos de neocaciques locales expoliadores que, asentados en una óptica típicamente aldeana, han envilecido y degradado la calidad de nuestra democracia, convirtiendo al ciudadano en un mero cliente electoral. Algunos todavía se preguntarán por qué para la gente corriente la política se ha convertido en una actividad sospechosa, propia de parásitos. Tal vez se deba a que los ciudadanos visualizan a los políticos como personajes marrulleros que siempre están peleando por los cargos, en vez de preocuparse de los problemas reales: el paro, la sanidad o la educación.

Germán Valcárcel | DEPRESIONES